Guerra de agotamiento en Siria
El nuevo número de Política Exterior incluye mi artículo "Guerra de agotamiento en Siria", una reflexión bastante extensa sobre la situación sobre el terreno tras cuatro años de guerra. Aquí os dejo uno de sus extractos, en concreto el referido a las perspectivas para 2015:
Dados
los altibajos de la guerra siria es difícil pronosticar cómo evolucionarán los
acontecimientos durante este año, aunque parece evidente que la caída de los
precios del petróleo golpeará tanto al régimen como a la oposición. Rusia e
Irán, los dos principales apoyos de Al Asad, no serán tan receptivos como en el
pasado a las demandas provenientes de Damasco porque ya no se encuentran en
condiciones de seguir firmando cheques en blanco a su tradicional aliado. De la
misma manera, las petromonarquías del golfo Pérsico podrían empezar a cuestionarse
la financiación de los grupos rebeldes ante las escasas perspectivas de que
consigan revertir la situación. En este sentido se aprecia una creciente fatiga
económica entre los tradicionales patrones de las diversas fuerzas que compiten
por el poder.
Por
otra parte, la guerra fría que libran Arabia Saudí e Irán por la hegemonía regional,
con frecuencia a través de actores interpuestos, empieza a dar síntomas de
agotamiento debido al auge del sectarismo que amenaza con desestabilizar por
completo la zona, tal y como se puede ver a diario no sólo en Siria, sino
también en Irak, Yemen, Bahréin o Líbano. Un eventual avance en las
conversaciones sobre el programa nuclear iraní podría contribuir a un
progresivo deshielo en las relaciones entre Washington y Teherán, lo que también
tendría efectos sobre Siria.
Por
lo que respecta al régimen sirio cabe señalar que buscará afianzar su control sobre
los principales núcleos urbanos y podría ser el principal beneficiado de la
campaña aérea contra el EI. En lo que respecta a la oposición moderada, no hay motivos
para esperar que consiga unificar sus filas; más bien todo lo contrario, así
que lo más previsible es que continúe cediendo posiciones hasta convertirse en
irrelevante frente a los cada vez más poderosos grupos yihadistas que dominan
buena parte del territorio. Pese a que EEUU ha comprometido 500 millones para
financiar a la oposición y está entrenando una nueva fuerza rebelde que contará
con 5.000 efectivos, lo cierto es que la misión de estos efectivos se centrará
en combatir en exclusiva a los grupos yihadistas.
Como
ya hemos señalado, el régimen sirio ha logrado recuperar parte del terreno
perdido en los últimos años. Además ha conseguido lo que tanto tiempo había
deseado: poner a la comunidad internacional de su lado en el combate contra los
grupos yihadistas, que ya son considerados un peligro para la estabilidad
regional e internacional. Por lo tanto, Bashar Al Asad intentará presentarse
ante la comunidad internacional como un mal menor frente a los yihadistas del
EI y el Frente Al Nusra. Este discurso podría calar en EEUU, donde ya hay
sectores partidarios de revisar la política de la Administración Obama hacia
Siria. El 21 de diciembre de 2014, el diplomático estadounidense Ryan Crocker
publicó un artículo en The New York Times
titulado “Assad Is the Least Worst Option in Syria” en el que planteaba este
dilema. Aunque todavía es demasiado pronto para imaginar una rehabilitación de
Al Asad por parte de los países occidentales, lo cierto es que en el pasado el
régimen sirio ha dado sobradas muestras de su numantina capacidad de resistencia
que le ha permitido salir airoso de trances similares.
En
este turbulento contexto, las fuerzas kurdas podrían aprovechar la coyuntura
para afianzar su control sobre el Kurdistán sirio. La falta de continuidad
territorial entre los enclaves kurdos –Yazira, Kobane y Afrin- podría ser un
obstáculo para ello, pero parece claro que su victoria en Kobane marca un antes
y un después en la lucha contra el EI y, además, consagra a las peshmergas como un actor clave en la
región. No obstante, no es factible ni tampoco recomendable que estas milicias extiendan
su control más allá de sus tradicionales áreas de influencia, porque su
presencia en zonas árabes podría tensar las relaciones con la población local.
Al igual que en Irak, los kurdos podrían ser los principales beneficiados del
desgobierno y el caos que azotan Siria, circunstancias que les permitiría consolidar
la amplia autonomía de la que ya gozan de facto.

Durante
2015, el EI seguirá concentrando la atención mediática. No sólo por los bombardeos
de la coalición internacional, sino también por la creciente presión a la que
deberá hacer frente por parte del régimen y de las fuerzas rebeldes. Aunque la
lógica aconsejaría una mayor concertación entre ambos actores para combatir la
amenaza yihadista, lo cierto es que es improbable que se forme un frente común
para desalojar al EI del territorio sirio. Debe tenerse en cuenta que durante
los últimos cuatro años, el régimen ha tolerado el ascenso yihadista con el
objeto de crear un contrapeso a la oposición moderada. También varios grupos
rebeldes tienen una larga trayectoria de colaboración con el Frente Al Nusra,
por lo que no parece factible que ahora vuelvan sus armas contra ellos.
Todo
parece indicar que Siria seguirá desangrándose durante este 2015, dado que no
hay ningún indicio de que las grandes potencias internacionales y regionales
tengan intención de revisar sus políticas en torno a Siria. Rusia, Irán y
Hezbollah no abandonarán a su suerte al régimen ahora que ha empezado a
recuperar posiciones, ni tampoco Arabia Saudí, Turquía y Qatar retirarán su
apoyo a los grupos opositores, porque ello equivaldría a reconocer su derrota.
Tampoco
parece probable que EEUU o la UE decidan involucrarse de una manera más activa
en la resolución del conflicto, a pesar de los riesgos cada vez más evidentes que
representa la degradación de la situación en Siria, tal y como han evidenciado los
atentados yihadistas de París y la masiva llegada de emigrantes sirios a
territorio europeo. Como señala Joshua Landis, director del Center for Middle
East Studies de la University of Oklahoma, “las grandes potencias están
determinadas a respaldar a sus protegidos sirios lo suficiente para que no sean
derrotados, pero no lo bastante para que se impongan”. Es decir: entramos en
una nueva fase en la que los bandos en liza librarán una guerra de agotamiento
tratando de que la fatiga acabe haciendo mella en sus adversarios.
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