Tormenta perfecta
Hoy publico este artículo en el diario vizcaíno El Correo. Aborda el ascenso de la islamofobia en Europa al abrigo de los atentados contra la sede del semanario 'Charlie Hebdo'.
Una vez más la historia se repite y la barbarie yihadista ha
sido aprovechada para desatar una campaña islamófoba que trata de extender la
sombra de la sospecha sobre el conjunto de las comunidades musulmanas en
territorio europeo. El execrable atentado contra la sede del seminario satírico
francés ‘Charlie Hebdo’ ha dejado doce víctimas, así como un reguero de tinta y
comentarios xenófobos en una fatal combinación de generalizaciones,
estereotipos y lugares comunes. Todo parece valer: el mundo árabe es puesto
como ejemplo de intolerancia, extremismo y radicalismo. Los musulmanes son
dibujados como los nuevos bárbaros, aquellos que son incapaces de adaptarse a
la modernidad o conciliar sus tradiciones religiosas con los valores
democráticos. Nada nuevo bajo el sol: un ‘totum revolutum’ orientado más bien a
estigmatizar que a informar.
Para empezar, buena parte de nuestros tertulianos y
analistas dan por sentado que los terroristas que perpetraron el atentado deben
ser considerados como los auténticos representantes del islam, cuando más bien
parece todo lo contrario. La mayor parte de los militantes yihadistas de
procedencia occidental no se distinguen precisamente por su cultura religiosa y
suelen responder a un patrón similar: desarraigo, marginalidad y radicalización.
Por esta razón reconocerles como supremos portavoces del Islam es hacer un
flaco favor a la verdad y, sobre todo, darles una preeminencia de la que
carecen en sus propias comunidades. ¿Hasta qué punto pueden considerarse
representativos los grupos yihadistas, que apenas cuentan con unos miles de
militantes, de una religión que comulgan 1.600 millones de personas, la inmensa
mayoría de una manera completamente pacífica y tolerante? ¿No es caer en la
trampa del choque de civilizaciones, terreno en el que se sienten cómodos los
extremistas y radicales de ambos bandos? Creo que no es necesario incidir en lo
evidente, pero los principales beneficiados por la exacerbación de las
tensiones serán, por una parte, el Estado Islámico que ha demostrado por primera
vez su capacidad para golpear una capital occidental y, por otra parte, los
movimientos populistas europeos que tratan de emplear la islamofobia como
trampolín electoral.
Para comprender el enésimo episodio de violencia yihadista
debemos contextualizarlo de manera adecuada y, sobre todo, tratar de
desentrañar sus motivaciones. El atentado es tanto un ataque contra la libertad
de expresión como un castigo contra Francia por su participación en la
coalición internacional contra el Estado Islámico. ¿Puede acaso ignorarse el
hecho, como se ha hecho de manera sistemática, que los dos supuestos
responsables del atentado han combatido en Siria en las filas del movimiento
yihadista y anteriormente formaron parte del aparato de captación de
combatientes para Irak? Como no nos hemos cansado de repetir algunos
especialistas en la materia, la pasividad de la comunidad occidental ante el
baño de sangre en estos países no tardaría en salpicarnos. Por ahora la
respuesta de la comunidad internacional se ha limitado a la dimensión
contraterrorista, intentando evitar que el Estado Islámico siga extendiendo sus
tentáculos en Oriente Medio. Este posicionamiento es del todo insuficiente, ya
que en nada contribuye a resolver la crisis siria que ha provocado la muerte de
300.000 personas y la huida de otros 11 millones de sus hogares, la mayor
catástrofe humanitaria registra en Oriente Medio desde hace varias décadas. Si
algo evidencia el atentado de París es que no podemos seguir mirando hacia otro
lado mientras Siria se hunde en el abismo.
Otro lugar común viene a ser criticar el supuesto silencio
de las autoridades religiosas musulmanas ante el terrorismo yihadista. Pues
bien: las condenas contra el ataque a la sede de ‘Charlie Habdo’ han sido
generalizadas y unánimes, aunque algunos no parezcan demasiado interesados en
airearlas porque cuestionan sus juicios apriorísticos. La Universidad del
Azhar, la más alta autoridad religiosa del Islam sunní, ha criticado con dureza
el atentado, al igual que cientos de ulemas que gozan de gran predicamento en
el mundo árabe. El tunecino Rachid Ganuchi, líder del partido Ennahda y uno de
los principales pensadores reformistas musulmanes, indicó: “Condenamos con la
mayor firmeza estos actos terroristas, a sus autores y sus instigadores, y a
todos quienes los apoyan". Dalil Boubakeur, presidente del Consejo Francés
del Culto Musulmán, condenó sin tapujos el atentado afirmando: "Un crimen
es un crimen y es inútil ver en ello una connotación religiosa, y quiero
denunciar cualquier intento de vincularlo a mi religión, mis correligionarios y
el Islam de Francia”. En nuestro país, la Comisión Islámica de España, ha expresado
“su total condena a los atentados de París” y “su firme rechazo y condena al
terrorismo y a la violencia en todas sus formas” denunciando que “los autores
de los atentados no representan ni el Islam ni a la comunidad musulmana”. Por
su parte, Mohammad Escudero, vicepresidente de la Junta Islámica de España, no
ha tenido reparo para señalar “quien perpetra este tipo de acciones queda fuera
del Islam”. ¿No son suficientemente explícitas estas condenas? Parece que no
para quienes tratan de rentabilizar la situación en su propio beneficio. Ya
sabemos que en aguas revueltas, ganancia de pescadores.
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